martes, 25 de enero de 2011

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Una de miedo por la mañana.   por KATIUSKA
¡Qué siniestros me parecen y qué grises! Les intuyo a lo lejos escondida tras mis gafas. Sus largas levitas esconden la ponzoña que habita sus corazones, también grises. Les veo y la sonrisa se me congela entre los dientes: es verdad, hay dos grados bajo cero pero eso nunca ha sido suficiente motivo para que a mí se me congele una sonrisa. Sé lo que me digo. Son sólo unos segundos pero es tiempo suficiente: una corriente fría, de descreimiento me sacude por dentro y por fin me despierta (qué remedio) y me pone alerta.
El humo que expelen por boca, nariz, por todos los orificios, es un humo espeso, cargado de mediocridad. Tapa por unos instantes el sol espléndido que, pese a sus esfuerzos, no consigue calentar esta fría mañana de enero. Esa niebla no presagia nada bueno y consigue colárseme por una oreja (la que llevo al aire). Me invade el terror, por un momento temo contagiarme.
 Subo al tiovivo y me dirijo a mi cubículo con un temblor que me rila las piernas. Me recompongo sobre los tacones y hago como si no pasara nada. Contengo la náusea. Espero que el radiador haga algo: del humo, ya me encargo yo.

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